Estafa

Cuentan las crónicas que a Humboldt, el cuadro, no le gustó nada. Eduard Ender, el artista austriaco especializado en temas históricos, había representado al propio Humboldt y a su colaborador Bonpland en una choza en plena selva, imaginando a los dos científicos en un descanso de su viaje por las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Cuando Ender pinta a Humboldt éste tiene 85 años, pero el científico alemán recuerda a la perfección cómo fueron en realidad las cosas. Las plantas, los árboles, los animales, las montañas representadas por Ender, son una verdadera estafa; los instrumentos representados por el pintor austriaco tampoco se corresponden con los utilizados en las investigaciones. ¿Qué hace ahí pintado ese Círculo de Borda para la medición de ángulos, el instrumento más importante de los geodésicos franceses desarrollado por el científico Jean Charles Borda, cuando hasta 1820 este instrumento no formó parte del equipamiento de Humboldt? ¿Y ese teodolito, en la mesa, entre los dos protagonistas, parecido al gran teodolito inglés, pero en realidad un producto de feria fabricado en Nuremberg y que se vendía allí como microscopio nurembergense de cartón? ¿En qué podía parecerse esta vulgar imitación al sofisticado instrumento de alta calidad fabricado por el óptico Hofmann, de Leipzig, con el que Humboldt y Bonpland realizaron sus investigaciones? Cuentan las crónicas que, cuando Ender intentó vender el cuadro al rey de Prusia, Federico Guillermo IV, el propio Humboldt señaló a Ignaz von Olfers, director general de los Museos Reales de Berlín, lo improcedente de la operación. Ante aquella descomunal estafa, Humboldt reaccionó con firmeza: "Sería mejor aconsejó el científico alemán- que se olvide del cuadro en la aduana".
Cuentan las crónicas que, poco antes del escándalo, Hwang Woo-suk, el científico surcoreano que asombró al mundo al clonar los primeros embriones humanos, y al derivar de ellos las primeras líneas de células madre específicas de pacientes, era considerado por sus compatriotas como un verdadero héroe. Miles de enfermos de diabetes, Parkinson o lesión medular vieron en los avances de Hwang una puerta abierta a la esperanza, poco antes de llegar a la terrible conclusión de que todos, enfermos y comunidad científica incluidos, habían sido víctimas de una incomprensible estafa. Al parecer, según una investigación de la universidad donde Hwang trabajaba, nueve de las once líneas celulares que éste presentó a la revista científica Science estaban falsificadas; no existían, pues, células madre clonadas, únicamente células madre de tejidos obtenidas en el laboratorio de un colaborador de Hwang: de las once líneas celulares presentadas en Sciencie, nueve ni siquiera existían. Las imágenes de la falsificación acabaron ocupando las páginas de todos los periódicos como metáforas de un viaje (inexplicable) de regreso al pasado. Las líneas celulares, cada una con capacidad para dividirse indefinidamente y capaces de transformarse en varios tejidos, hubieran permitido evitar el rechazo en caso de trasplante, de no haberse tratado, como al final demostraron las investigaciones, de una desagradable estafa. Los responsables de Science y Nature (que también publicó en su día los resultados de la clonación del primer perro clónico, Snuppy) tendrían que haber descubierto el engaño y haber reaccionado, como en el caso de Humboldt, con energía y firmeza: "Sería mejor debieron aconsejarle al científico surcoreano- que olvide sus líneas celulares en la aduana".
1 comentario
pini -
feliz, feliz (así espero que te sientas), felices fiestas (así deseo que pases el fin de año, ya que para la navidad no llegué, pero igual te saludé en mariposa)